Mensaje Pascual del Hno. Animador General
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“Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó”. (Jn 20, 8)
Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:
Basta escuchar las noticias de la televisión o abrir las páginas de los periódicos para darse cuenta de que el mundo sigue alimentando y padeciendo los males de siempre. Podríamos decir que hace más ruido el árbol que cae que ciento que se mantienen en pie, y aunque esto es verdad, no podemos ocultar tantas situaciones que avergüenzan a la humanidad: guerra, terrorismo, hambre, emigración, analfabetismo… Sin embargo, los cristianos decimos en este tiempo ¡Felices Pascuas! Hablamos de gozo y felicidad, de luz y de vida y decimos que hay esperanza porque nuestra razón es la resurrección de Jesús, que celebramos con gran alegría durante 50 días. Por eso, aunque sea atrevido o ingenuo, cantamos ¡Aleluya! porque Cristo ha resucitado y la vida ha triunfado.
Lucharon vida y muerte en singular batalla y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta
Jesús que, siendo de condición divina, quiso hacerse un hombre cualquiera, llegó a ser despreciado, humillado y martirizado, asumiendo la condición humana con todas sus consecuencias. Compartió lo humano incluso en las situaciones extremas del dolor y de la muerte, tocando así la realidad del destino inevitable de todos los vivientes. Sus discípulos y seguidores, creyeron que todo había acabado cuando vieron a Jesús colgado de un madero. Pensaron que era el final y, temiendo que ellos también podían acabar del mismo modo, se encerraron en casa.
La visita de María Magdalena al sepulcro de Jesús tenía el sentido de honrar a los muertos, cumpliendo con la tradición judía. Al acercarse y ver la piedra del sepulcro movida y la tumba vacía pensó que habían robado su cuerpo. Una pena añadida a todo el sufrimiento vivido.
Y es en esta situación cuando todo cambia. María Magdalena se moviliza y alerta de la falta del cuerpo de Jesús, suscitando la reacción de los discípulos que corren a comprobar lo sucedido. El apóstol Pedro, al ver el sepulcro vacío, “los lienzos tendidos y en un sitio aparte el sudario enrollado con el que le habían cubierto la cabeza”, guardó silencio, como si no comprendiese. Al contrario, Juan “entró, vio y creyó”, tres verbos encadenados que van desde lo exterior a lo interior, y es él quien se abre a la novedad y da paso a la fe en la resurrección.
Juan en ese momento tomó conciencia: “vio y creyó”. Vio los signos de la resurrección e interpretó la piedra del sepulcro movida, la tumba vacía y los lienzos y el sudario sueltos con los ojos de la fe, y creyó lo que Jesús había dicho en varias ocasiones: ¡que resucitaría al tercer día! (Lc 9,22; Lc 24,46; Mc 8,31; Jn 2,19-22 y Mt 12,40). En la Biblia, el número tres se asocia a la plenitud y a la totalidad. Por lo tanto, la resurrección de Jesús al tercer día simboliza la victoria sobre el pecado y la muerte. Da validez a su mensaje y a su obra salvadora, es el sello final y la garantía de que aquellos que creen en Él tendrán vida eterna.
La tumba vacía no evoca el final ni la ausencia de Jesús, sino la nueva realidad que es la vida. Y así, el significado de la muerte, esto es, sufrimiento, angustia, impotencia y pérdida, se convierte en alegría, esperanza y vida.
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?
Con frecuencia nos pasa como a María Magdalena y a los discípulos en los primeros momentos, que la oscuridad de los problemas concretos nos lleva a pensar que no hay salida, que no hay esperanza. Esto nos sucede cuando solo contamos con nuestras propias fuerzas y nuestra manera de ver las cosas. Los límites personales y las cegueras del ego nos meten en un círculo cerrado donde la única referencia soy yo mismo y nos incapacita para ir más allá. Es como cuando estamos en el mar y metemos la cabeza debajo del agua donde tan solo vemos de forma confusa unos metros. El resultado es la parálisis ante la falta de perspectivas. Por el contrario, si sacamos la cabeza del agua, somos capaces de ver el mar con su horizonte infinito y con toda su grandiosidad y belleza.
Esta es la experiencia de Juan. Supo ver los signos de la nueva presencia de Jesús vivo y presente. La mirada profunda y fiarse de las palabras de Jesús llevaron a Juan a creer. También nosotros podemos tener esta experiencia del Resucitado. Ello nos hará ver con ojos de la fe los signos de esperanza que se dan a nuestro alrededor. Los signos de los tiempos no son signos de muerte solamente, contienen muchos destellos de luz que pueden hacernos ver lo mejor para el futuro y pueden guiar nuestro camino hacia la plenitud. “La vida es una gran aventura hacia la luz”, decía Paul Claudel.
Podemos preguntarnos: ¿Somos capaces de ver los signos de vida y esperanza que se dan en nuestra familia, en la Familia Sa-Fa, en la Iglesia o en el mundo?
La mirada esperanzada sobre el sufrimiento, la tristeza o la muerte nos introduce en la luz de Cristo resucitado que nos abre a la plenitud de la alegría y de la vida. La Secuencia que se canta el día de Pascua antes del Evangelio, reconoce este cambio de mirada de María Magdalena: “¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa
El primer anuncio de los discípulos es que Cristo ha resucitado y está vivo. El ser humano alcanza su vocación más alta si participa en esa vida de Cristo. Con todas las fibras de nuestra existencia, anhelamos la vida en plenitud, y ese impulso no lo buscamos de forma inconsciente sino que la damos forma con lo que consideramos más valioso para nuestra realización y felicidad. La energía vital que hay en cada uno de nosotros genera deseos, ideas y aspiraciones. Siempre hay expectativas de algo mejor que nos abre a la transcendencia y nos hace aspirar al bien y a lo bueno.
Es ahí, donde nos encontramos con la esperanza que nos lleva de la mano, nos conduce y nos anima. Así la esperanza no es una aceptación pasiva de la realidad con lo que hay, sino que es inspiración para valorar y apostar por los bienes mayores.
En este clima de positividad, también aparecerán la decepción, el fracaso, la desilusión e incluso el mal en sus peores versiones, pero la resurrección de Cristo ha arraigado en la humanidad, y aunque se corten los brotes siempre saldrán nuevos. El proyecto de Dios es la plenitud de la existencia y la resurrección de Cristo muestra que la vida vivida en amor, solidaridad y servicio, es una vida llena de sentido. Cristo restauró en su resurrección el estado original de la vida humana.
El Resucitado nos mostró el camino y nos acompaña. La nueva vida que Cristo nos da nos llama a resistir y a oponernos a los sistemas injustos que niegan la vida y privan de ella, porque el Dios del amor está al lado de la justicia y la paz en el mundo. Nuestra aportación es recrear a cada instante aquello que no se conforma con el plan de Dios y favorecer los valores y caminos que conducen a la fraternidad humana en su versión más completa.
Podemos preguntarnos: ¿Nos comprometemos con esa dinámica de crecimiento del proyecto de Dios? ¿Aceptamos el esfuerzo y el sacrificio que conllevan estar a favor de la paz, la justicia y el amor?
En este año jubilar 2025 tenemos la oportunidad de renovarnos a la luz de la vida de Cristo que es triunfo. En mi Carta enviada a la Familia Sa-Fa con motivo de la presentación del Jubileo “peregrinos de esperanza” sugería algunos gestos concretos como: peregrinar a una puerta Santa, apoyar el gesto de solidaridad de la construcción de un colegio en Kupang y comprometerse con los pobres y la ecología integral. Que vivir el tiempo de Pascua y del Jubileo nos lleve a dar más esperanza a nuestra vida.
Mis mejores deseos de alegría y paz, frutos pascuales, para toda la Familia Sa-Fa. ¡Feliz Pascua de Resurrección 2025!
H. Francisco Javier Hernando de Frutos
Animador General