Santa Ana y San Joaquín, abuelos de Jesús (26 de julio)
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Queridos abuelos:
Cuando llegamos a cierta edad de madurez solemos tener un renacer vertiginoso al recibir la noticia del próximo nacimiento de nuestro nieto/a.
Es una emoción llena de sentimientos que no podemos explicar con palabras. Y junto al abrazo emocionado a nuestro hijo/a, sin duda, se nos humedecen los ojos y nos asalta el llanto suave y feliz que no sabemos de dónde nos viene... y que nos llena el corazón y el alma de una felicidad inexplicable.
Y con esta alegría, y ya de creciditos, recordamos y revivimos los momentos pasados con nuestros abuelos y abuelas. ¡Qué bien nos sentíamos con ellos! Nadie cocinaba como nuestra abuela, nadie nos escuchaba como nuestra abuela, nadie era tan dulce como nuestra abuela... Y aunque los abuelos solemos mostrar una cáscara un tanto áspera o templada, basta que nuestro nieto o nieta nos den la mano para que lo más blando y jugoso de nosotros aflore y nos volvamos sus compinches...
La riqueza de los vivido, por duro o trabajoso que haya sido en la vida, en contacto con nuestros nietos se trasvasa de forma natural en el cariño y sabiduría que les transmitimos con palabras y actitudes.
¿Puede haber mayor dicha que tenerlos en nuestros brazos y quedarnos embelesados mirándolos? Y si nos regalan una sonrisa pues nos desarman totalmente y nos hacen sentir el milagro y la maravilla de la vida...
En esta época digital de tanta comunicación con máquinas y demás artilugios sofisticados y valiosos no perdamos el contacto sensible con nuestros nietos. Un abrazo y una caricia valen más que todos los sms, mensajes, correos o similares.
Necesitamos a nuestros nietos para que nuestra ternura tenga un cauce y un receptáculo donde anidar y fructificar. Y ellos nos necesitan para saborear la ternura de quienes están completando el círculo vital y necesitan sentir que los amamos.
Abuelos: Feliz día.
Y que los abuelos de Jesús, san Joaquín y santa Ana, les bendigan, protejan y cuiden.
Abrazo grande y largo.