Anuario 2012
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Educar para la verdad y la esperanza
En este año de la fe que estamos celebrando (2012-2013) queremos unirnos desde de nuestro anuario a dicha celebración tan significativa. No podemos olvidar nuestra identidad y nuestros orígenes como centro educativo y para qué fuimos llamados. El Obispo de Montevideo, Mons. Inocencio Yéreguy, es quien solicitó el envío de los Hnos. para colaborar en la educación del país a través del servicio del Evangelio y la animación de la fe. Por otro lado, conviene recordar, que si algo caracterizó al Hno. Gabriel Taborin, Fundador de la Comunidad de los Hermanos de la Sagrada Familia, fue su fe viva y cultivada. La certeza del bien supremo que supone la presencia de Dios en la vida de las personas y en la historia.
El Hno. Amadeo, sucesor del Hno. Gabriel, cuando envía los primeros cuatro Hnos. a Montevideo les recordaba: “Queridos Hnos. ante todo debéis entrar en las miras de la Iglesia que os envía por mi intermedio a cumplir esa misión de tanta transcendencia: educar en el respeto y en el amor de Dios a los niños y jóvenes de un parte del mundo donde ha habido pocos educadores religiosos antes de vosotros. ¡Qué grandiosa misión, Hermanos! Otros van por negocios, por misiones científicas”.
¿Por qué un año de la fe en la Iglesia y en este momento de la historia? Podemos citar unas palabras del mismo Papa Benedicto XVI quien refiriéndose al momento actual habló de “emergencia educativa” y su sentido para educadores, padres, catequistas e instituciones educativas en un discurso a la asamblea diocesana de Roma el 22/6/2007:
“Como nos enseña la experiencia diaria -lo sabemos todos-, educar en la fe hoy no es una empresa fácil. En realidad, hoy cualquier labor de educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran "emergencia educativa", de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia. Podemos añadir que se trata de una emergencia inevitable: en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo. Falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de la verdad.
Esta situación nos reclama un esfuerzo y una toma de conciencia sobre nuestra vocación de educadores para llevar adelante este ministerio desde las fuentes que esclarecen e iluminan la verdadera imagen del hombre. Educar la conciencia, iluminar y cuestionar las mentalidades erróneas para generar la civilización del amor y de la esperanza es tarea prioritaria. En la persona de Jesús y en su Evangelio se esclarece la verdad del hombre.
El Capítulo Vº del Proyecto Educativo del Instituto cuando habla de los “Nuevos Desafíos y Horizontes” hace una buena descripción de la tarea que tenemos entre manos de educar en la verdad y la esperanza. Creo en el valor y en la necesidad de la educación para alcanzar la verdad y la libertad de un ser humano abierto a la transcendencia, al anhelo de plenitud que lleva en su esencia. Creo que la educación es un apoyo fundamental para la evangelización y para no rebajar su dignidad o convertirla en un bien de uso. Poner en duda su capacidad de búsqueda, de diálogo, de caminar hacia la verdad y a la relación personal con un Dios que dialoga con él es un atropello. En definitiva la decisión que Dios quiere es “creer en Jesucristo el Hijo de Dios en quien el hombre y la historia adquieren su plenitud” (Jn.6, 28-29).
Conviene señalar que el verdadero acto de libertad, es decir, el acto más típicamente humano es la “decisión de creer o no creer”. Y esto simplemente porque no hay nada más noble, más digno y decisivo para resolver la vida que ponerse en manos de otro porque solo no puedo resolverlo.
Esto es aceptar la verdad del hombre: CREER, CONFIAR, ESPERAR.
Esto es tener mente abierta y razonable.
Hno. Aurelio Arreba
Director General