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Mensaje de Pascua del Hno. Juan Andrés, Superior General
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Mensaje de Pascua del Hno. Juan Andrés, Superior General

Pascua 2013

“y les mostró las manos y el costado”. (Jn 20, 20)

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

Este relato de San Juan me sirve de saludo para la Fiesta de Pascua de este año con el deseo de que las señales visibles de la Resurrección de Cristo lleguen también a la vida de nuestra Congregación con ocasión de la celebración del próximo Capítulo General. Un Capítulo llamado a superar la posible angustia del sepulcro vacío: “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn. 20, 20) o del pesimismo de los discípulos de Emaús: “Nosotros esperábamos que Él fuera el liberador de Israel” (Lc. 24, 21).

Para los cristianos la Pascua es la fiesta de la transformación de la muerte a la plenitud de la vida, novedad que la Iglesia celebra cada año continuando con su misión de anunciar a Jesucristo y a éste resucitado. Los textos litúrgicos del tiempo pascual pondrán a nuestra disposición gestos y señales de la resurrección de Cristo que cada uno de nosotros desde la bondad del corazón tendrá que interpretar personal e institucionalmente en la dinámica de nuestra vida diaria.

Señales de esa resurrección para nosotros podrán ser las de aceptar y fortalecer nuestros vínculos comunitarios, familiares, laborales, educativos y misioneros, o nuestros deseos de fidelidad a los valores humanos y cristianos o nuestras aspiraciones a construir un mundo mejor y más justo, o nuestros anhelos solidarios en favor de los más pobres, o nuestras pretensiones de ser hombres y mujeres de paz, o el regalo de nuestro carisma Sa-Fa.

El texto de Lucas sobre la Resurrección, Lc.24,1-12 me suscita algunas preguntas relacionadas con la celebración de nuestro próximo Capítulo general que también propongo a vuestra consideración. Dice el texto que “Las mujeres van muy de mañana al sepulcro con ungüentos a embalsamar a Jesús” y me pregunto si acaso no estaremos también nosotros tentados de embalsamar nuestra vida y misión ajenos a la insistente llamada de la Iglesia a inculturar la fe en Jesucristo, “inescrutable riqueza” (Ef 3, 8) que no agota ninguna cultura.

Y continúa el relato señalando que “encontraron la piedra corrida pero no vieron el cuerpo de Jesús” y me pregunto en qué medida las piedras del miedo, del cansancio, de la mediocridad, de la exclusión, de los bloqueos, de la insolidaridad, de la indiferencia y de falta de esperanza, no estarán aplastando nuestra capacidad de generar personal e institucionalmente la vida Sa-Fa. Y seguidamente el texto añade que se “vieron dos hombres con vestidos refulgentes...” y las mujeres creyeron en sus palabras. También me pregunto si estamos en condiciones de reconocer y de fiarnos de cuantos testigos y profetas nos dan las claves para entender el momento presente.

En espera y preparación de dicho acontecimiento capitular permitamos que el encuentro con el Resucitado en la Eucaristía, en la oración, en los hermano y en el compromiso apostólico nos vaya llenando de la vida nueva de la Resurrección. Cristo Resucitado que acompañó a sus discípulos, a los apóstoles y a las mujeres nos seguirá hablando por el camino y nos invitará a caminar en comunión hacia esa celebración capitular.

Que no cunda en nosotros el desaliento o la desesperanza ni por las dificultades del camino ni por la len­titud de nuestro caminar. Caminar junto a Cristo Resucitado será una excelente manera de hacer que “el carisma Sa-Fa sea una buena noticia en el corazón de las culturas” que nos permita la revisión de nuestra vida y misión y ensayar caminos nuevos de presencia y de testimonio.

Nuestra presencia en diversos escenarios educativos nos siguen retando a anunciar el Evangelio y a ir consolidando la nueva cultura que brota del cristianismo. La evangelización de las culturas allí donde desarrollamos nuestra misión debe ser una de nuestras preocupaciones para llevar adelante la misión de la Iglesia.

Que el año de la fe que estamos viviendo sea una invitación a una renovada conversión hacia el Señor, a celebrarla en la liturgia y de modo especial en la Eucaristía, a intensificar el testimonio de nuestra caridad y a profesarla con renovada convicción.

Queridos hermanos/as, unidos a toda la Iglesia, celebremos cada día la Pascua de Cristo y miremos el futuro con la convicción de que el Señor camina con nosotros, nos muestra sus manos y costado misericordiosos y nos ofrece su nueva vida en los sacramentos.

Con la alegría de la elección del nuevo Papa Francisco, procedente de la Vida Religiosa,

¡Feliz Pascua de Resurrección!

H. Juan Andrés Martos Moro SG