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Mensaje Pascual del Hno. Superior General

“Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron” (Lc. 24, 31)

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

Con este versículo de San Lucas inicio este saludo de Pascua con el deseo de que acojamos un año más la invitación de encontrarnos con Jesús en los “emaús” de nuestra realidad cotidiana en donde Él, vivo y resucitado nos sale al encuentro y acompaña. En ese encuentro Jesús despierta los ojos y el corazón de los discípulos de Emaús “aclarando cuanto a Él se refería en las Escrituras” (Lc 24,27).

Al amparo del dinamismo de la Resurrección, este relato evangélico me sugiere poner de relieve la importancia del encuentro con Jesús en los caminos de nuestras vidas mediante la lectura y la meditación de las Escrituras. Posibilitar este encuentro pudiera ser un buen objetivo de toda la Familia Sa-Fa para celebrar la Pascua de este año. Emaús para nosotros no debe ser solo un marco geográfico sino un lugar teológico en el que Jesús nos invita a caminar con Él y a poner en práctica la pedagogía del encuentro y de la escucha.

Ello exige una conversión sostenida de nuestra manera de pensar, de interpretar, de sentir y de contemplar el mundo. En nuestros “emaúses interiores”, Jesús resucitado nos enseña a ver la vida con una profundidad nueva, a interpretar las Escrituras y a recobrar la esperanza. Un encuentro vivo y real con Jesús no puede terminar sino con el corazón ardiendo como sucedió a aquellos discípulos. El encuentro con Jesús mantiene nuestra fe, nos impulsa a darlo a conocer y nos abre al servicio.

Como en el caso de los discípulos de Emaús, también nuestra experiencia nos dice que hay encuentros en la vida que marcan para siempre y despiertan una manera nueva de ver la realidad y de situarnos ante las personas. A un encuentro parecido nos invita la celebración de esta Pascua mediante la lectura de los Evangelios. En sus páginas encontraremos el perfil humano y religioso del Maestro y su manera de tratar con Dios y con los hombres. En una lectura atenta, meditada y compartida de los textos evangélicos podemos encontrar la fuerza regeneradora de la paz y la alegría pascuales.

El Papa Francisco nos recuerda en el nº 1 de su Exhortación Evangelii gaudium que: “La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”, y nos invita “en cualquier lugar y situación en que nos encontremos a renovar ahora mismo nuestro compromiso personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarnos encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso” ( nº 3). Y para explicarlo, el Papa cita la siguiente frase de Benedicto XVI en (Deus Caritas est, 1): “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida”.

A la luz de estas enseñanzas, encontrarnos con Jesús debe ser el hilo conductor de todo proceso de madurez espiritual. Invito pues, a facilitar en nuestras obras educativas y misioneras espacios y reuniones que faciliten la lectura y meditación del Evangelio para despertar el deseo de reconocer a Jesús y de aplicar sus enseñanzas a nuestras vidas. Hoy más que nunca debemos volver a la frescura original de la vida de Jesús y a leerla como relato de conversión, de esperanza y de construcción de un mundo más humano.

En los textos evangélicos aprendemos el estilo de vida de Jesús válido para cualquier época y para cualquier cultura. El contacto asiduo con el Evangelio debe ser fuente de fecundidad en nuestros campos de apostolado. Soy consciente de que muchos de nuestros profesores, empleados y familias aceptan y respetan la identidad de la escuela Sa-Fa; se sienten vinculados a su estilo; comparten muchos de sus valores; se acercan al carisma y hasta llegan a identificarse con el “espíritu de familia” que nos caracteriza. Ahora bien, una gran parte de ellos desconocen la fuente de donde brota el origen de nuestra misión que no es otra que Jesucristo vivo y resucitado. Por ello, un excelente fruto de esta Pascua para toda la Familia Sa-Fa puede ser el favorecer y fomentar grupos de reflexión evangélica como ayuda para sostener nuestra identidad cristiana y la de nuestros ambientes.

A través de este mensaje, invito a todos a reconocer a Cristo resucitado como una persona viva y activa en nuestras vidas. Reconocimiento que no se consigue ante la tumba vacía sino alrededor de la mesa comunitaria, familiar o vecinal de los “emaúses” de nuestros contextos a la luz de la Palabra de Jesús. Esto nos obliga a revisar métodos pedagógicos, costumbres y prácticas para llevar al hombre moderno el mensaje cristiano. El desafío es antiguo y a la vez nuevo. Volver a Emaús significa volver a encontrarnos con la gracia de Dios que actúa en el hombre y en el mundo. Es necesario que volvamos allí para ver a Jesús resucitado y ser testigos de su resurrección.

Volver a Emaús es encontrarse con el don de la Palabra y con la gratuidad de la salvación que Dios nos ofrece. La fe en el Cristo resucitado debe generar una nueva manera de estar en la vida y de mirar el futuro con esperanza. El episodio trágico de la muerte de Jesús nubló la vista de los discípulos de Emaús y los llevó a la desilusión y al abandono de los ideales. ¿Qué cegueras nos impiden reconocer a Jesús en los acontecimientos de la vida?

Acompañar a Jesús y dejarnos acompañar por Él podría ser un modo eficaz para celebrar la Pascua de este año. Que la celebración de esta fiesta sea para nosotros la oportunidad de encontrarnos con Jesús y un aliento evangélico para cuantas personas entren en contacto con nosotros.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

H. Juan Andrés Martos Moro SG


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