Cuando hablamos de Escuelas de calidad, la pregunta que nos surge en primer lugar es: ¿cuál es el objetivo fundamental que debe
cumplir la escuela y sobre todo una escuela Sa-Fa?
Todos buscamos “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover
oportunidades de aprendizaje permanente para todas las personas, como un objetivo urgente para la sociedad planetaria”.
El Informe Delors (*) propone que la educación a lo largo de toda la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer; aprender a hacer; aprender a vivir juntos y aprender a ser. Se trata de una mirada integrada y comprensiva del aprendizaje y que apunta a una educación de calidad.
Por otro lado, sabemos que “las escuelas SAFA son un lugar privilegiado para la promoción de la persona porque cumple su misión formando a los alumnos y preparándolos para ser competentes en la sociedad actual, brindándoles la posibilidad de adquirir capacidades y habilidades para las necesidades del futuro de acuerdo a los valores evangélicos”.
El Hno. Gabriel mantuvo una actitud de apertura y de continua búsqueda de lo que es bueno para las personas y para el Instituto, definiendo lo que significa educar desde una perspectiva integral: “El deber principal de los Hermanos y laicos dedicados a la enseñanza es el de dar a los niños una buena educación. Ahora bien, educar a un niño es, en términos generales, desarrollar, fortalecer y perfeccionar los órganos de su cuerpo y las facultades de su espíritu y, sobre todo, educar su corazón, su voluntad, su carácter, su conciencia y su juicio”. (NG 643).
Por otro lado, el mismo documento, en el punto que hoy presentamos, nos dice que la Escuela Sa-Fa: “Fomenta una cultura organizacional en la que los valores, las experiencias, las costumbres, las normas y los modos de gestión y de liderazgo deben reflejar los valores de nuestro carisma nazareno-taboriniano: la fraternidad y el “espíritu de familia”. El espíritu de familia es el “núcleo vital de la espiritualidad de la Congregación y pone una nota distintiva en su manera de obrar, los orienta en su misión entre los hombres, caracteriza su tarea educativa y refuerza los vínculos de humana solidaridad allá donde son enviados”.
Se trata de ponerse a la escucha y al servicio de esos «vínculos de humana solidaridad» procurando favorecer su desarrollo y cohesión hasta
realizar lo que se contempla en la Sagrada Familia de Nazaret.
Ante todo, consideramos el “espíritu de familia” como un don, que desarrolla
nuestra capacidad de vivir la acogida, la gratuidad, el agradecimiento, valora el hecho de ser aceptados y formados en una familia, en una comunidad. Subrayando nuestra
responsabilidad de crecimiento, de testimonio y transmisión del don recibido para bien de todos. Este Espíritu de familia se da “a través de
acciones que favorecen la solidaridad, el altruismo, el acompañamiento personal, actividades de aprendizaje-servicio, acogida de alumnos con necesidades educativas
especiales...” y también “ayuda a los alumnos a ser personas libres y responsables capaces de descubrir su vocación humana y cristiana y asumir
su propio proyecto de vida como “ser para los demás”.
El carisma nazareno y el espíritu de familia, se contagian a diario cuando lo vivimos y lo anunciamos con nuestro modo de saber, sentir, ser familia y servir. Que el Hno. Gabriel nos siga inspirando en este camino de vivir cada vez más la fraternidad en todos nuestros centros educativos.
Hno. Edgardo Bruzzoni
Animador Provincial
(*) “La Educación encierra un tesoro”, informe a la UNESCO, 1996.
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