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Mensaje de Navidad del Hno. Superior General - diciembre de 2013
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Mensaje de Navidad del Hno. Superior General

Roma, 10-12-2013
“y habitó entre nosotros” (Juan 1,14-15).

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la familia Sa-Fa:

La fiesta de la Navidad nos introduce en la intimidad de la Sagrada Familia y nos evoca las actitudes de Jesús, María y José ante el misterio divino. Los signos que acompañan el nacimiento de Jesús son tan normales que solo por la fe se llega a descubrir al Dios hecho Niño y a aceptar que pueden ocurrir cosas extraordinarias cuando actúa Dios. En el mensaje de este año vamos a fijarnos en algunas evocaciones que me sugieren Jesús, María y José en la escena navideña.

El tiempo de Navidad es el momento oportuno para empezar a estudiar y actuar el mensaje de nuestro Capitulo: “Bajó con ellos y vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos" (cfr. Lc 2,51). Estas palabras del Evangelio, tan queridas para nuestra espiritualidad nazarena, han guiado e iluminado los trabajos de nuestro XXXVII Capítulo General. Constituyen también la puerta de entrada el Proyecto de Vida y la clave de lectura para comprender en profundidad su sentido y asumir su mensaje con alegría y responsabilidad”.

Hacernos como el Niño

El hecho de que Dios se haga niño y necesite de unos padres para sobrevivir nos acerca a nuestra identidad de hijos. Desde aquí hemos de entender sus palabras: “Yo os aseguro que si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3). Es increíble que la pequeñez y la vulnerabilidad sean las tarjetas de visita de Dios. El nacimiento de Jesús nos acerca al misterio de la encarnación, uno de los misterios más importantes de la vida cristiana.

“La "bajada" de Jesús a Nazaret es el símbolo del misterio de su encarnación. En el taller de Nazaret el Hijo de Dios aprende a hacerse humano. Su encarnación se lleva a cabo progresivamente por un camino de inculturación: en la aldea de Nazaret se hace judío, hijo de José y de María. Lo infinito de Dios acepta expresarse en la finitud humana”. (Capítulo General)

En diversos evangelios Jesús habla de los niños y les hace protagonistas de sus parábolas. El niño es un ser débil y humilde capaz de dejarse sorprender, abierto a lo que venga, sin prejuicios, que no posee nada, que no tiene ambición, que no conoce la envidia, que no busca puestos privilegiados y que no tiene nada que decir. El niño tiene conciencia de su pequeñez y debilidad. Quizás por esto emociona sentir que Jesús fue un niño como nosotros.

Celebrar la Navidad nos recuerda que el camino de la sencillez y la humildad de espíritu es requisito indispensable para llegar al reino de los Cielos. Por ello honrar y reverenciar el nacimiento de Jesús nos acerca a nuestras raíces y a nuestro modo concreto de realizarnos como cristianos. En este sentido, el 37 Capítulo General nos recuerda que “la encarnación de Jesús nos debe llevar a inculturarnos evangélicamente en el desarrollo de la misión para que el carisma recibido sea una buena noticia en el corazón de las culturas”.

Acompañar con María al Niño

“La red relacional de Jesús empieza en el seno materno, que "da forma" a su humanidad. Se establece así una reciprocidad: Jesús se hace hombre gracias a sus padres, y sus padres renacen a ellos mismos, gracias a Jesús. Es el misterio de un engendramiento mutuo, reflejo en la humanidad del misterio de la vida trinitaria”. (Capítulo General)

En el misterio de la Navidad, María nos entrega a su hijo Jesús. Un Niño que despierta en el corazón humano anhelos de paz y de reconciliación. El Niño Jesús nos señala las actitudes propias de los niños tan importantes para la vida cristiana: la alegría, la inocencia, la confianza, la bondad, la ternura y en especial la docilidad al Plan del Padre.

María en el momento histórico de la Anunciación responde con disponibilidad total: “Hágase en mí según tu palabra”. Es un diálogo fecundo de abandono, confianza y de armonía con la voluntad del Padre. Ante la llamada del Ángel, María no se mira a sí misma, se fía de Dios y comprende que su vocación está en función de los demás. Es una vocación que se desarrolla, se modifica y se enriquece por caminos no siempre previstos ni comprendidos.

Con María especialmente en el tiempo de la Navidad estamos invitados a volver a fortalecer nuestra vocación cristiana en diálogo fecundo con el Niño Dios. María, con su vida de fe y testimonio de disponibilidad y de servicio, es para nosotros un ejemplo de cómo vivir cada una de nuestras vocaciones viviendo con confianza en el momento presente las circunstancias que nos ofrece el día a día.

Seguir con José al Niño

“Jesús se ha hecho un ser humano porque ha aprendido a hacer de su vida una sumisión, un don para la vida de los demás. El amor ha sido el factor de humanización del Hijo de Dios, el secreto de su “formación”. “Respetarlo”, honrarlo y seguirlo significa asumir en nuestra vida personal y comunitaria su misma actitud: hacer de nuestra vida de Hermanos una sumisión mutua, una ofrenda para la vida de los otros, sobre todo de los más pequeños y de los más pobres”. (Capítulo General)

De José poco dicen las Escrituras. El silencio envuelve su persona. Es el silencio de la primacía de la vida interior que contempla desde el corazón la vida y la manera que Dios tiene de pasar por ella. Es por lo tanto un silencio elocuente que habla sin palabras y que encierra todo un estilo de hacer misión viviendo la cotidianidad con una gran fe en la Providencia.

Incluso en los momentos difíciles, el humilde carpintero de Nazaret, nunca se arroga el derecho de poner en discusión el proyecto de Dios. Espera la llamada de lo Alto y en silencio respeta el misterio, dejándose guiar por el Señor. Modelo de vida de fe para los creyentes, San José es llamado “hombre justo” (Mateo 1,19). El adjetivo “justo” evoca su rectitud moral, el sincero apego a la práctica de la ley y la actitud de total aceptación y apertura a la voluntad del Padre celestial.

José elige para su vida “la voluntad” de Dios. Esposo atento y fiel al servicio de su familia, escucha, obedece y actúa. Se pone “al lado” de María y de la debilidad del Niño Dios. Al hablar de la Navidad, recordemos la huella que San José dejó en Jesús. De hecho el que Cristo haya sido carpintero, se debió a que era el oficio de San José. A ejemplo de San José reconozcamos al Niño Dios, creamos en Él y adorémoslo en la cuna.

Un vez más, en Navidad, Dios se nos manifiesta en lo tierno, en lo humilde y en lo sencillo y nos invita a beber en la fuente de la inocencia y de la bondad. El nacimiento de Jesús nos estimula a acoger con agradecimiento la Palabra de vida y a comunicarla con gozo y agradecimiento.

Que esta Navidad evoque en nosotros aquel niño que fuimos y al Niño que nos trae la salvación.

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.

Frère Juan Andrés Martos Moro S.G