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reflexiones

Algunas convicciones educativas propias
de la tradición humanista, cristiana y nazarena

La educación católica ofrece su contribución a la tarea de la humanización poniendo al servicio de la sociedad su tradición espiritual y pedagógica.
Veamos cuatro convicciones, al menos, que le son esenciales a su identidad. Estas convicciones no están reservadas para la escuela católica. También la escuela pública puede y debe enriquecerse con ellas pues esta riqueza es parte de la cultura universal. Pero la educación católica la pone en obra a través de la óptica del Evangelio.

1ª-. La primera convicción consiste en la rigurosidad e importancia que se le tiene que dar a los estudios, a la dimensión académica-curricular.

Los estudios en sí mismos, las actividades del aprendizaje son, en efecto, un medio importantísimo a través del cual se efectúa la educación del joven, a través de los cuales su humanidad se forma. Es ejercitándose en el estudio que el joven va adquiriendo las competencias de base que construyen su personalidad: capacidad de trabajo, rigurosidad intelectual, la organización de su tiempo, la curiosidad, el espíritu crítico, la fortaleza, la solidaridad, la capacidad de comunicación, la auto evaluación etc. Gracias al estudio el joven aprende a descubrirse, conocerse y conocer sus talentos, sus gustos y deseos. Adquiere así una identidad y forja su futuro. Los estudios, el ejercicio del estudiar tiene que jugar un triple rol:
  • La concientización y el despertar de los deseos: Escalar y excavar los propios deseos.
  • La autorización y la habilitación para saber desempeñarse. Se trata de lograr que el alumno sepa afrontar los desafíos del mundo, responsabilizarse de situaciones o al menos prepararle para ello.
  • La responsabilidad frente a los otros y a la sociedad. Por el desarrollo de técnicas y saberes el joven aprende el gusto por la vida, procura encontrarle el sentido al mundo y es capaz él mismo de hacerse un proyecto de vida. El objetivo es luchar a través de la educación, contra todos los oscurantismos, contra todos los autoritarismos, contra todas las injusticias.

2ª-. La segunda convicción es que uno no aprende por uno mismo y a partir de la propia espontaneidad y subjetividad. Siempre estamos rodeados por una cultura que nos precede, de la que podemos apropiarnos, no solamente para repetirla sino para recrearla.

La autoridad de la Institución, de los profesores, de la tradición, no está ahí para aplastar o ahogar la personalidad de nadie sino al contrario para hacerla crecer a través de la cultura.

La palabra “autoridad“ viene del latín “augere” que significa “hacer crecer”. La autoridad de quien sea está entonces para “permitir”, para “autorizar”, para hacer que el otro “sea autor, “actor” de su propia existencia. Ni para imitar, ni para seguir, ni para admirar, ni para decir lo que quiere escuchar el otro, sino para que llegue a ser “autor de sí mismo”. Que el ser humano se convierta en creador libre y responsable de su existencia con los elementos que le proporcionamos. Esto para la educación católica se inscribe en el proyecto mismo de Dios.

3ª-. Una tercera convicción de la educación católica es que la “razón instrumental”-es decir las solas competencias técnicas y la eficacia- no son suficientes para asegurar la dignidad humana.

“El hombre no vive solamente de pan”, como dice el Evangelio. No es suficiente para ser hombre, ser un buen consumidor o productor, Es necesaria también una cultura general, abrirse a las preguntas fundamentales del sentido de la vida, de la transcendencia, del valor de la comunicación y de la relación, apertura a las exigencias éticas y a los valores de la ciudadanía. Abrirse a una iniciación en las tradiciones filosóficas, espirituales y religiosas de la humanidad.

Para hacer frente hoy día a los desafíos de nuestra realidad, el joven necesita “una inteligencia amplia abierta a la búsqueda de sentido y al sentido de la responsabilidad”. Es muy importante por lo tanto mostrarles que todas las ciencias son humanas porque son hechas por los hombres y para los hombres. De ahí la importancia de poner a las ciencias en una perspectiva crítica en cuanto al uso que debemos hacer de ellas para la construcción del hombre del mañana.

4ª-. En fin una cuarta convicción fundamental que me parece que siempre ha animado a la educación católica es que la Institución escolar no es solamente un lugar de estudio, si no también un lugar de vida y de vivencias donde se practican, se trasmiten y se aprenden un conjunto de actitudes y de valores.

La escuela es un ámbito de vida donde hay reglamentos, estilos de gestión y de funcionamiento, modos de concertación, de participación, de decisión. Según esto, la educación católica, en su clima de convivencia como en su funcionamiento institucional, se esfuerza por vivir una serie de valores que no son otros que los de las bienaventuranzas evangélicas: la acogida, la escucha, el diálogo, el compartir, la solidaridad, la tolerancia, el respeto, el deseo de paz y de justicia. “Bienaventurados los pobres de corazón, delicados, atentos, misericordiosos, mansos, sedientos de justicia, artesanos de comunión y de paz”. El objetivo central de la educación católica es la promoción y el desarrollo de una humanidad nueva, de una persona que se deje inspirar por los valores del evangelio y esté abierta a asumir los consejos evangélicos. Los consejos evangélicos los entendemos en este contexto educativo en sentido amplio y no solamente los que se abrazan en la Vida Consagrada. Pero también queremos dejar claro que todos los seguidores de Jesús, todos los cristianos tienen que vivir los Consejos Evangélicos cada uno en su estado de vida, pues, al final y en resumen los consejos evangélicos son la síntesis del seguimiento de Jesús en su estilo de vida histórico.

Los Consejos Evangélicos, en el sentido amplio, hacen relación al relacionamiento del cristiano con los bienes, a la relación del cristiano con los otros, y a la relación del cristiano con él mismo. El espíritu de pobreza concierne sin ninguna duda a la relación con las cosas y el dinero. Educar en la pobreza evangélica, implica educar en la preocupación por los más necesitados, comprometerse con la justicia y el bien común, saber vivir en una justa sobriedad y sencillez, especialmente en esta sociedad consumista, preocupados por el cultivo de una sana relación, en lugar de tener como prioridad la acumulación de bienes de consumo. El espíritu de castidad no quiere decir aquí abstinencia sexual, sino que en todos los dominios, incluido el afectivo, sea expresión de la virtud de la no violencia, del no querer retener y acaparar al otro, del respeto al otro en su singularidad, su libertad y su misterio. El espíritu de obediencia, en cuanto tal, designa el estilo de relación con uno mismo que no se vanagloria de ser “primero yo, después yo y después el perro”. La palabra “obedecer” viene del latín “oboedire” que significa en su misma raíz “escuchar, comprender”. La obediencia cristiana, es desde este punto de vista, la capacidad de entender y escuchar los llamados del mundo, los llamados de los otros, que precisamente permiten dialogar y escuchar los llamados de Dios.

¿La vocación, no es justamente, lo que fuera de nosotros nos llama, nos hace salir de nosotros mismos, de nuestros gustos, caprichos, ideas, visiones, y escuchando y dialogando logramos modelar nuestra identidad? La obediencia cristiana es, desde este punto de vista, una manera de guiarse en la vida y de llegar a ser uno mismo dejándose tocar y alcanzar por las llamadas que nos llegan por parte del mundo, de los otros y de Dios.

Todos estos valores evangélicos no están reservados solamente a los cristianos. Es por lo que pueden ser vividos tanto en la ciudad como en la institución escolar por todos independientemente de tener fe o no. Si se trata de, promover el Reino de Dios en el medio escolar, es justamente en la promoción y desarrollo de lo humano que empieza. Es justamente por eso que todas las instancias en una institución escolar deben promover el Reino de Dios y los valores evangélicos, bien que los creyentes y los responsables de la pastoral tengan la responsabilidad especial de animar todo le tejido escolar.

La opción católica se juega en el terreno de los “Valores”

La opción católica de siempre ha contado con tres elementos bien precisos: ha contado con ideas, con ideales, y con idearios. Ha poseído ideas sobre lo que el hombre es, ha poseído ideales sobre lo que el hombre debe ser, y ha poseído idearios para mostrar a los demás las ideas y los ideales que tiene.

Sin orgullos y sin vergüenzas, la opción de educación católica es rica, positiva y resulta atrayente. No privemos a la sociedad de la riqueza de nuestra aportación. Los jóvenes afirmaban ante el Parlamento alemán necesitar nuevos cantos. No queramos privarlos de los nuestros. Alguno dirá: “Pero, ¿se pueden llamar nuevos los cantos del viejo cristianismo?” El autor del artículo traducido comenta esta experiencia sobre el tema que venimos desarrollando:

“Permitidme una experiencia personal, estando en la Universidad, hará cinco años, concluida la clase de Religión Católica, dije a un alumno ya un poco mayor que me parecía serio: "Una cosa me inquieta, me extraña mucho el silencio y la atención de los alumnos, me extraña favorablemente, pero no sé interpretarlo." Inmediatamente me contestó: "Es lógico, todo lo que dices es nuevo, nadie por aquí se refiere a estas cosas que aquí tratamos, todo nos resulta nuevo." Hace algunos años se hizo famoso el libro ¿Somos los últimos cristianos? La tesis del autor era que ciertamente éramos los últimos de una forma de ser cristianos. Mi intuición es que los centros de opción católica tienen ahora la mejor plataforma para formar a los primeros cristianos de una nueva forma de serlo”.

Por todas estas razones, la opción católica me parece, ahora mismo, tremendamente atractiva.

Tal como se encuentra la situación actual en la Escuela católica, el acento tiene que ponerse en la propuesta de los valores cristianos.
Es verdad que no toda la opción católica se reduce a unos valores. La opción tiene, además, una fuente y un hogar. La fuente es la persona misma de Jesús, y a mí no me costaría dedicar otro libro a hablar de El, porque a nadie le cuesta hablar de su amor. Como tampoco me costaría hablar de la comunidad cristiana, de la que formo parte y a la que sirvo. En nuestros colegios muchos profesores contratados son explícita y sinceramente católicos. Confesemos abierta y honestamente que, sea por las razones que sea, otros contratados por la escuela católica no son católicos convencidos. Yo no juzgo aquí esta realidad, yo parto del hecho: en nuestra lista de nóminas hay católicos que lo son mucho y católicos que lo son poco, si es que lo son.

Y estoy convencido de que a unos y a otros se les puede pedir que eduquen en los valores básicos del mensaje cristiano.
Al personal contratado no católico de un centro católico no se le puede exigir la práctica religiosa, ni la ortodoxia máxima.
Pero sí que eduque en los valores cristianos de la institución en la cual ha optado por trabajar.

Creo sinceramente que un profesor que no educa en valores, en un centro católico, está fuera de lugar.

Si las cosas son así, y pienso que, por razones de coherencia, son así, ¿cuáles son los valores que todo el profesorado debe comprometerse a cultivar en el alumnado? Son pocos, pero son. Recuerdo el primer verso del poema del mejor poeta peruano, César Vallejo, en "Los heraldos negros": "Hay golpes en la vida..., son pocos, pero son". Se refería a que hay golpes muy duros en la vida del hombre. En el mensaje de Jesús hay valores muy fuertes, no son demasiados, pero son. Los concentraré en cinco:

1º-. El valor de la persona.

La escuela católica defiende a ultranza la dignidad de la persona humana, de toda persona humana, la dignidad del padre del alumno, y la del profesor igual, la dignidad del católico y con la misma intensidad la del no católico, la del que piensa como uno y la del que piensa diversamente. Toda persona humana contiene toda la dignidad del mundo, y no son válidas excepciones.

2º-. El valor de la libertad.

Si Dios nos la ha dado, ningún otro puede quitárnosla. Y no sólo hemos de defender nuestra libertad. Si afirmamos que los católicos tenemos libertad de creación de centros, estamos afirmando que los no católicos e incluso los anticatólicos también la tienen. Nuestro Dios respeta la vida de los que le alaban, y respeta la vida de los que le atacan.

3º-.El valor de la creación.

No sólo es valiosa y digna esta parte de la creación que es el hombre, toda la naturaleza es digna y debe ser respetada. Benedicto XVI ha insistido en el compromiso de defender las maravillas de la creación invirtiendo las tendencias que llevan a situaciones de degradación irreversible. Que nadie nos gane en la defensa de las cosas naturales.

4º-.El valor de la trascendencia.

Es decir, el valor de la apertura del hombre. El hombre no es un animal recluido. Ni tiene que estar recluido en sí mismo ni en su propia nación ni en su mundo. Eduquemos para emprender el vuelo y para la altura. No le cerremos nada al alumno. Si no le cerramos nada, es probable que llegue hasta Dios. Y si nos gloriamos de no cerrar puertas al contacto con Dios, no sería sensato que cerrásemos puertas a otros que no son de nuestra religión o ideología y pusiéramos objeciones a una sana colaboración con ellos en cuestiones que afectan al bien común y al bienestar social. Si abiertos a Dios, abiertos también "a los hombres que ama el Señor".

5º-.El valor de la opción por los débiles de la tierra.

Los desgraciados existen, los pobres existen, y existen los que sufren. Y estos son los preferidos por Jesús, al que tenemos por Maestro. Es verdad que hemos de amar a todos, pero también es verdad que debemos empezar por amar a los que más necesidad tienen de nuestro amor y que no son otros que los débiles de la tierra.

Estos son los puntos que creo resultan innegociables para cualquier colectivo o institución que pretenda tener derecho a llamarse católico. Estos son los cinco valores que propongo como tareas por asumir. Repito, para que queden suficientemente claveteados, los cinco valores netamente evangélicos: la dignidad de la persona, la libertad, la creación, la apertura y la estima prioritaria por los débiles.

Nadie ignora que suele ser el último de los valores citados el más difícil de admitir para mucha gente nuestra. Tratemos de descubrir, al menos, qué comporta este valor de la opción por los débiles. En concreto, en un centro educativo, comportaría:

  1. Dar información constante sobre la situación de la miseria en el mundo. Y superar la indiferencia creciente y generalizada sobre las bolsas de pobreza extrema, los guetos en las periferias de las grandes metrópolis, o sobre el continente africano.
  2. Lucidez y denuncia de los estragos de los explotadores y de las maldades del mercado ciego.
  3. Que los más débiles del aula -sea por razones de economía, idioma, trabajo, estética o inteligencia- se sientan valorados como nadie.
  4. Llevar un estilo de vida que no sea un agravio u ofensa para los pobres.
  5. No olvidar las víctimas de nuestro propio sistema: embarazos de adolescentes, consumo de droga, violencia y persecución de chicos a otros chicos, etc.

Perfil del Educador de una Institución católica y nazarena

¿Cuál es el perfil de un educador católico y nazareno? Contestaré explicando cómo serían los alumnos educados por el profesor que tuviese el perfil de un educador católico y nazareno. Imagino que los alumnos educados por él tendrían estas seis características:

a-. Abiertos:

todo lo contrario de cerrados, abiertos de mentalidad, abiertos de deseos, fieles a la consigna evangélica: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt.5, 48)

b-. Rigurosos,

con vigorosa autodisciplina, sin miedo al esfuerzo, sabedores de la parábola del talento en la que se elogia a aquellos que supieron hacer rendir al máximo cada cualidad recibida.” (Mt25, 14-30)

c-. Avanzados:

con las herramientas del momento, las más sofisticadas si es preciso, las que el entorno emplea o empleará pronto, recordando la frase paulina: “Hacerse todo para todos para ganar a algunos, cueste lo que cueste”. (1ª Corintios 9,22)

d-. Solidarios:

Comprometidos con el proyecto de una humanidad pacífica y fraternal, sin diferencias indignantes, guardando todos escrupulosamente el mandamiento nuevo: “Amaos como yo os he amado”. (Juan 15,12)

e-. Fraternos:

Convencidos y consecuentes de que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre. “No dejen que nadie les llame Maestro, porque tienen un solo Maestro, y todos Ustedes son hermanos”. (Mt. 23, 8).

f-. Humildes:

buscadores de la verdad, clarificadores de las situaciones y de las relaciones, capaces de conocerse a sí mismos y así poder actuar desde la verdad y la realidad de cada uno más auténtica.
“Mira sobre qué construyes... El que construye sobre arena vienen las lluvias y las tormentas y... En cambio los que construyen sobre roca...”. (Mt.7,24-27)

El futuro de la humanidad se juega en el terreno de las relaciones y de los vínculos. Por eso nos inspiramos en el humilde techo de Nazaret: “en Nazaret se oraba, se trabajaba y se amaban”

Sin duda que nuestra presencia hoy como integrantes de la familia SAFA, en el medio escolar o en el no formal, y herederos del carisma nazareno y taboriniano en los espacios de animación que tenemos y que tendremos que generar, más que una contra-cultura puede ser una experiencia y un testimonio de una brecha profunda en el seno de esa cultura.

Nuestro testimonio comunitario, la apertura, la acogida y la presencia del Hermano consagrado sigue siendo decisiva para educar en humanidad. Hoy nuestra vida tiene que esforzarse para ser, una respuesta a la pregunta de Dios a Caín: “¿dónde está tu hermano?” Sin duda que nuestra vida y nuestra misión pueden ser una respuesta a la muerte de Abel.

Educar a un niño y a un joven, es permitirle que se encuentre a él mismo y en un lugar concreto y con otros. Que llegue a experimentar que es un sujeto y permita al otro serlo también y tener un lugar. Por esto mismo sabemos bien que este ejercicio ha de comenzar por nosotros mismos.

Ser Hermano de la Sagrada Familia, ser educador de la familia SAFA, animador, catequista, integrante; encarnar el carisma y misión hoy quiere decir vivir personalmente y comunitariamente este proyecto de fraternidad en nuestra propia casa y en los ámbitos que ocupamos, en los espacios e instituciones que animamos. Pero no olvidemos que las relaciones de auténtica fraternidad también se educan y este es nuestro primer desafío si queremos ser significativos. Así nuestras comunidades harán posible la renovación de la escuela y de la educación. No creo que haya que preverlo, sino sencillamente permitirlo porque confiamos en el Señor de nuestras vidas sin el cual no nos es posible vivir. Esta es nuestra profesión de fe. Así la heredamos del Hno. Gabriel Taborin nuestro fundador y de la familia de Nazaret nuestra inspiración y apoyo.

Gabriel Taborin constructor del saber, del saber convivir y de la esperanza

Si algo caracteriza la figura del Hno. Gabriel, su itinerario formativo y su personalidad es: ser animador de la comunidad y formador de animadores. Constructor de la comunidad, constructor de espacios, constructor de grupos, de vínculos, de proyectos y constructor de un estilo y espíritu. Si algo le preocupó fue tener una casa, tener un proyecto y un estilo de vida. Su entrega fue a ordenar la casa, ordenar las relaciones y ordenar los recursos que tantos dolores de cabeza le trajeron. Aquí está todo su sueño hecho realidad a través de mucha pasión, mucha oración y mucho dolor.

a-. Construir la casa.

Fue hijo de su casa y de su hogar. Su vida se engendra y se conforma en el entorno de su casa y de su hogar-familia. Así lo expresa muy emotivamente en su biografía. Se fue haciendo y construyendo en el entorno de los vínculos, afectos, relaciones, acciones, presencias, trabajos y oraciones que se daban en su propia casa que era hogar, comercio, posada y refugio para muchos paisanos.

El sabía lo que era tener una casa y un hogar para experimentar lo que es la vida humana.

La casa es el espacio y la geografía concreta en que se hace y construye la vida. Difícil hablar de vida humana cuando no se dan esta geografía e historia de relaciones. Esto es encarnación o meterse en la carne humana. Caminante e itinerante durante toda la vida experimentó la urgencia de encontrar una casa concreta para vivir su proyecto carismático y misionero. Dejar la casa paterna y dejar las casas que fue adquiriendo fueron siempre un profundo desarraigo pero al mismo tiempo un profundo deseo de tener su casa. Construir la casa es construir el espacio vital y las posibilidades de vida auténticamente humanas. Construir y desarrollarse es:

  • Trabajo, disciplina, estrategia, esfuerzo, invertir tiempo, recursos e ilusión.
  • Comunicación con todos; con los más diversos y diferentes, con los que me agradan y los que me desagradan porque todos tienen su mensaje para mi vida.
  • Autocontrol, capacidad de dirigir la propia vida y limitar la de los demás; que no me invadan. Es un no a los caprichos, a los impulsos, arrebatos, reiteraciones, obsesiones e irracionalidades.
  • Dejarse ayudar y confrontar. Tener y buscar los referentes que me hagan de espejo.
  • Saber diferenciar y optar entre lo que me gusta y lo que vale. Lo que me gusta es capricho, lo que vale es “sentido”.

b-. Construir el marco, la normativa, el proyecto de vida.

El Hno. Gabriel fue un apasionado y de una capacidad emocional muy grande. “De una susceptibilidad orgullosa que no se le podía decir nada”. (Mons. Devie). Imponía un ritmo y no escuchaba, tanto que Monseñor Devie le decía que así iba a quedar solo.

“Ud. es muy déspota; muy complaciente con Ud. mismo pero muy duro e impaciente con los demás. Hace gala de mucha sumisión en las ideas pero en la práctica desaparece. Así peligra de quedar solo”. (Pont-D'Ain, 24/09/1850)

Era un idealista, tanto es así, que cuando decide escribir su Regla de Vida o proyecto de vida para sometérselo a la aprobación de Monseñor se lo recortan considerablemente. Construir el proyecto de vida, encarnarlo, vivirlo, practicarlo y adecuarlo fue una tarea ardua para el Hno. Gabriel que quería hacer todo y de todo: “toda clase de buenas obras”. Sin embargo aprendió a optar, a concretar, a trabajar y afinar su proyecto. Aprendió a ser comprensivo y compasivo adquiriendo una espiritualidad activa encarnada en la acción de cada día. Aprendió los límites y a admitir los límites. En otra oportunidad Monseñor Devie le dice que si en Roma supieran el carácter que tiene, la impaciencia con que procede para que le aprueben las constituciones y la congregación, no se lo aprobarían fácilmente.

“Tengo miedo, querido Hno. que el apego a vuestra propia forma de ver las cosas le haga cometer aún muchas imprudencias. Si la Sagrada Congregación conociera vuestro carácter, seguro que se cuidaría para aprobar las Constituciones. Saludos y bendición. Mons. Devie”. (Agosto 1850, probable)

Pero el mismo Monseñor le reconoce el esfuerzo y la obediencia de que hace gala para poder adecuarse a la voluntad de Dios, a los tiempos de Dios, al camino y proyecto que Dios quiere. Lo aprendió con grandes dolores y oración continua mientras se dejaba aconsejar. Fue realmente un artista en el difícil arte de ordenar las relaciones y crear un cuerpo de vínculos alrededor de su proyecto, de sus Hermanos, de las autoridades y personas que tenían que ver con el proyecto que quería encarnar.

Realmente admirable su tarea, su paciencia, su humildad y dedicación para tejer redes y normas de vida.

Un verdadero trabajador exquisito en el arte de ordenar las relaciones.

c-. Construir la comunión.

Construir “el espíritu de familia”, “el espíritu de cuerpo”, construir el sentido de la vida, ordenar los recursos para la comunión.

Muchas vivencias y experiencias tiene en su haber el Hno. Gabriel en ese sentido. Experiencias que arrancan de la cuna y familia. En su propia casa con sus propios hermanos supo y tuvo que hacer experiencia de “espíritu de cuerpo”, diríamos a contra corriente porque no le facilitaron para nada las cosas y él a veces las ponía difíciles con sus opciones como las puso con la gente que le trataba. Experiencias vividas y acumuladas con la gente que pasaba por su casa, era una posada y un comercio, y en eso se aprende sobre el relacionamiento humano. No digamos nada después con párrocos, alcaldes, autoridades, niños y padres. Sin contar las experiencias de fundación y de relacionamiento con los jóvenes Hermanos. También tuvo la experiencia de la itinerancia, la intemperie, la carencia, la soledad, del confort, del bienestar y del poder.

Pero sin duda ninguna que lo experimentado, lo que vivió durante un tiempo en el cuarto de las herramientas del jardín de la Catedral, que le cedió el Obispo de Belley Mons. Devie cuando se quedó sin casa, fue experiencia marcante y reveladora del modelo de comunión que quería. El mismo lo expresa en su biografía cómo ahí casi cuarenta personas en un espacio muy reducido aprendieron a vivir y compartir en la carencia y dificultad de la misma manera que lo vivió la familia de Nazaret en su familia y antes en la cueva de Belén. Ahí está la fuente de la vida comunitaria que después descubrirá que se alimenta de la familia trinitaria. Son las dos comunidades referentes y fundantes de la que él fundaría después: la familia de Nazaret, la Sagrada Familia y la Familia del cielo, la Familia Trinitaria.

“Al resultar pequeña la casa que tenía en Belmont nos trasladamos a Belley resueltos a fijar allí la sede de la pequeña Comunidad naciente. Pero tuvimos el dolor de comprobar que una maniobra turbia nos impidió adquirir la casa que habíamos comprado. Así, de esta manera, quedábamos en la calle unas cincuenta personas entre Hermanos y novicios. ¿Qué hacer? Aquí nos empezábamos a parecer a nuestros Santos Patronos Jesús, María y José cuando fueron a Belén o tuvieron que huir a Egipto. Además todos parecían rechazarnos y nadie quería vendernos una casa. El Obispo nos auxilió, nos ofreció un pabellón que servía de lugar para guardar la herramientas. No tenía más que dos salas, un altillo y una bodega. Allí tenía que albergar a cuarenta y seis personas durante un mes. Ante esta situación nuestros enemigos reían y esperaban nuestra ruina. De ninguna manera pensaban que al final nos estableceríamos delante de sus propias narices.
En esta situación ninguno de los Hermanos se quejaba y vivían con alegría esta pequeña experiencia que nos ayuda a entrar en el misterio de Nazaret”
.
(Extracto de la “Reseña histórica“ escrita de puño y letra por el Hno Gabriel a pedido de los Hnos. en la que el Fundador hace una lectura de su camino vocacional y señala las intuiciones del Proyecto que soñaba para su Comunidad)

d-. Generar cultura

La generación de cultura, del saber y de caminos pedagógicos surge fundamentalmente de una actitud de escucha, presencia y acompañamiento de las personas y situaciones. Obediencia a la realidad, obediencia a los otros, obediencia a la Palabra. Hablamos de obediencia como capacidad de escucha, diálogo, de confrontación, de asumir una visión común y construida en comunidad. Esto nos permite:

  • Elaborar y hacer propuestas
  • Innovar acciones
  • Elaborar proyectos
  • Construir equipos de trabajo
  • Lograr consensos
  • Sumar todos los actores a los proyectos
  • Construir la comunión y el bien común

Recordemos que el “hecho educativo-el acto de enseñar” implica una coherencia y equilibrio entre: la instrucción, la educación y la proposición de la fe. El Hno. Gabriel lo tenía esto muy claro ya en su época y hoy vemos que se vuelve sobre esto o tendría que volverse a tener muy en cuenta en los Proyectos Educativos.

Pero no solamente el hecho educativo debe tener en cuenta esos tres elementos que señalábamos, sino también: las dimensiones de la persona, los ámbitos en que se desarrolla, los ambientes y las modalidades y los lugares. Todo esto, bien entendido y equilibrado, genera una cultura de vida y de desarrollo.

El hecho educativo

Saber: Enseñar, (inteligencia, instrucción...) contenidos

Saber hacer: Educar, (la conciencia, la verdad...) competencias

Saber ser-vivir: Pastorear, (conducir, dirigir el corazón, apropiarse los valores, cuidar la interioridad, la espiritualidad...) proponer la fe.

Dimensiones:Humana
(Laica)
Comunitaria
(Vínculos)
Trascendente
(Fe)
Ambientes:Familiaescuelaparroquia (Comunidades, grupos)
Modalidades:Instruireducarpastorear

Lugares y experiencias claves en la vida del Hno. Gabriel

a-. Belleydoux (1800).
“Una misión”: fe y cultura en la Iglesia local. servicio social y servicio pastoral
b-. Belmont (1829).
“Una espiritualidad, la nazarena, La Sagrada Familia”.
c-. Belley (1841).
“Un espíritu, el espíritu de cuerpo y de familia”

Etapas de su crecimiento

  1. Etapa del juego: Juegos religiosos como celebrar la misa, rezar el rosario, predicar, procesiones, etc. El ejemplo de sus mayores.
    Una personalidad que reúne y convoca.
  2. Etapa del discernimiento: Estudios de latín, lectura de la vida de los santos, colaboraciones parroquiales, primeras experiencias apostólicas.
  3. Etapa del compromiso y decisión: hace de maestro, catequista, cantor, sacristán y otros servicios a la comunidad.

El espíritu de cuerpo y de familia

(Síntesis de nuestro estilo educativo y de nuestra pedagogía)

Llegado a la cumbre de su experiencia religiosa y pedagógica el Hno. Gabriel Taborin resumía así su “ideal y proyecto de vida”:

dquo;El espíritu de cuerpo y de familia contribuye en gran manera, queridos hermanos, a la dicha, a la prosperidad y a la fuerza de una Comunidad y alivia la carga de aquel a quien Dios a elegido para animarla y ser signo de unidad.
Nace de la caridad y, en consecuencia, de Dios que es la fuente misma. Todos los miembros que componen una Comunidad en la que, de verdad, exista este espíritu, tienen un solo corazón y una sola alma; se aman y se ayudan mutuamente, comparten las alegrías, las penas, los éxitos y los fracasos de todos; las atenciones recíprocas y una entrañable fraternidad unifican los espíritus y caracteres más diversos; lo que es de uno pertenece a todos y dejan de tener sentido las palabras “mío” y “tuyo”; cada uno se considera menos que los otros y Dios reina sobre todos. No temen tanto ser atacados ellos, su imagen o persona sino su Comunidad. Se entregan al servicio de los más humildes y rivalizan por ser el/la más humilde. En una comunidad así se encuentra la paz, la satisfacción y la esperanza futura”
. (Carta- Circular del Hno. Gabriel del 2/7/1864)

Este sería el resultado final de nuestra tarea educativa: alumnos nuestros que lleguen a ser personas abiertas, rigurosas, avanzadas y solidarias. Si trabajar por este resultado final no resulta atrayente algo le falta a nuestra vocación. Sea como sea, Dios nos dé la abundancia.

 

N.B. Esta reflexión, es parte del Capítulo 9, titulado: “Hacia una presencia cívica de la educación cristiana en medio de la laicidad”, del libro de André Fossion “Dieu désirable, proposition de la foi et iniciation”.
A partir del contenido básico del capítulo citado he ido recogiendo, agregando, desarrollando aspectos propios de nuestra tradición educativa y pedagógica, del carisma nazareno y taboriniano de la Comunidad de los Hnos. de la Sagrada Familia.
Me parece que esta reflexión resume bien las convicciones fundamentales de nuestra escuela católica y nazarena. Para completarlo se pueden consultar los CuadernosSAFA Nº 11 y Nº 13.

(Reflexión por el Hno. Aurelio ARREBA)
Pascua, abril de 2011