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Mensaje Pascual del Hno. Superior General

Mensaje Pascual del Hno. Superior General
“Id y anunciad el evangelio” (Mc. 16, 15-20)

Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:

Recibid mi afectuoso saludo de Pascua en este tiempo en el que nos vamos preparando para la celebración de nuestro 38º Capítulo General. En este contexto pascual y congregacional se nos invita a vivir con la alegría del Evangelio los misterios esenciales de nuestra fe. Al hilo del tema de nuestro próximo Capítulo, el Papa nos recuerda que la “alegría” es el signo más elocuente del paso del Evangelio por la vida de las personas y el testimonio más elocuente de un cristiano en su tarea diaria. Por lo tanto, aprovechemos esta orientación para analizar cuanto hay en nosotros de rutina o tristeza para cambiarlo en novedad y alegría.

Así pues, en este saludo os propongo preguntaros por los “pasos de la alegría del Evangelio” que individual o comunitariamente tenemos que andar en los ámbitos personales, comunitarios, familiares, sociales o educativos. Creer en la resurrección de Cristo y celebrarla con alegría es confiar que el bien puede triunfar sobre el mal. La novedad de la Pascua de resurrección es una bella noticia que cambia la vida de todos los que creen en Jesús y compromete a los cristianos a divulgar el mensaje del Evangelio.

“Id y anunciad el Evangelio, nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio tanto a las personas cercanas como a las desconocidas. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación o cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” (EG 127). Este modo de anunciar el Evangelio nos invita a hacer visibles en nuestras vidas algunos signos de Cristo resucitado, entre ellos: la alegría, la paz y la esperanza.

El marco eclesial de los últimos meses ha puesto de relieve la atención evangelizadora que debemos prestar a los jóvenes. En unión con la Iglesia anunciemos que Jesús quiere hacerse presente en los corazones de todos los jóvenes y siguiendo al Venerable Hermano Gabriel tomemos el compromiso de acompañarlos en las aulas, en los patios, en la catequesis, en las redes sociales y en los ambientes donde los jóvenes viven. Estar en medio de ellos nos identifica con nuestra vocación y recuerda nuestra misión.

Tres atenciones os propongo para vivir la Pascua de este año:

  • Caminar juntos. Caminar juntos y no en solitario o por cuenta propia. Debemos saber estar en Comunidad, en familia, en Comunidad Educativa o en los grupos de pastoral para caminar como Familia Sa-Fa. La comunión es el camino y la estrategia del éxito para la resolución de los problemas en el ámbito de nuestras vidas. Nuestra acción educativa y pastoral es siempre una experiencia comunitaria que compromete a los religiosos, a los educadores, a los padres y a los educandos. La educación y la evangelización deben ser una marcha común y compartida. Así pues, uno de los mejores regalos que podemos ofrecer a los miembros de la Familia Sa-Fa como fruto de esta Pascua es fomentar en nosotros los lazos de familia y las virtudes relacionales.
  • Dejarnos evangelizar. El “id y anunciad” comienza cuando contemplamos el mundo con los ojos de Jesús resucitado. Por ello, la primera condición para hablar de Dios a los demás es hablar personalmente con Él. La misión empieza por la conversión personal de quienes tenemos la responsabilidad de anunciar a Jesucristo. Unos enviados realmente evangelizados serán creíbles y eficaces, porque hablarán con sus vidas, antes que con sus palabras.
  • Practicar alguna obra de misericordia. El amor y la misericordia tienden a proyectarse en obras, gestos y signos concretos “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis pequeños lo hicisteis conmigo...». Todos acumulamos carencias y limitaciones que reclaman la generosidad ajena. ¡Cuánta gente vive necesitada de los medios necesarios para vivir con dignidad! ¡Cuánta gente vive necesitada de afecto, de compañía, de educación o de salud! ¡Cuánta gente se siente excluida, aislada, vacía, falta de consuelo, de esperanza, de orientación o en abandono moral y espiritual! Y ¡cuántos adolescentes son víctimas del acoso en las escuelas!

Celebrar la Pascua es una oportunidad para salir de nosotros mismos e ir al encuentro del otro, del herido por la vida, del que carece de lo necesario, del enfermo, del anciano o del excluido. Como discípulos de Jesús estamos llamados a “portar las marcas de Cristo” y a encarnar en la tierra los valores de justicia, paz y amor. Entre ellos podemos incorporar un valor más que nos está pidiendo nuestro próximo Capítulo General y que va en sintonía con la Pascua: la alegría.

Queridos hermanos/as, unidos a toda la Iglesia, celebremos la Pascua de Cristo y miremos al futuro con la convicción de que el Señor camina con nosotros, nos muestra sus manos misericordiosas y nos ofrece su nueva vida en los sacramentos.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

H. Juan Andrés Martos Moro SG


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